Espejos del Sol (Felix Murillo)
El pasado 13 de septiembre se celebraron las ‘I
JORNADAS ASTRONÓMICAS CIUDAD DE ALMENDRALEJO’. Un enfoque didáctico pensado
para los más pequeños y la combinación de varias actividades bajo lo transversal
de la astronomía, hicieron que la sala en la que Francisco Blanco desplegó un
planisferio mudo para colocar hasta diez constelaciones, se quedase pequeña.
Este tipo de actividades culturales tienen
siempre un valor añadido desde el momento en que se convierte a los niños en
protagonistas. Por ello creo necesario destacar la importancia de iniciativas culturales
que apuesten por la base. Por dos motivos fundamentales: porque no siempre el
diseño es el mejor condimento a la hora de experimentar la cultura y porque
este tipo de iniciativas son estupendas para que aquellos conocimientos que se
reciben en la academia, se vean aplicados a algo vivo y real. ¿Qué mejor manera
de incentivar el aprendizaje que demostrando, desde los niveles más elementales,
lo provechoso que este puede llegar a resultar? Sobre todo si tenemos en cuenta
que en lugares así, entran en juego conceptos y temáticas fundamentales para el
desarrollo correcto del intelecto en cualquier infante. Sin olvidarnos de la
importancia que tiene potenciar la curiosidad que empuje a cualquier niño a
hacerse preguntas e interrogar ávidamente todo cuanto le rodea. Preguntas tan
sencillas pero a su vez tan complejas como: ¿Qué es una constelación?, ¿Para
qué sirven las estrellas?, ¿Cómo eran los hombres hace 5000 años? Ideas como la
evolución de las especies, las escasas diferencias que nos separan de nuestros
antepasados y por lo tanto de nuestra condición de homínidos, el culto a los antepasados,
etc. Son algunas de las herramientas con las que se puede dotar a una mente
joven. Fomentando de esta manera una perspectiva más amplia a la hora de
aprender y conocerse a sí mismo.
De esto se trata también en el caso de los
adultos, de abrir miras, de ser conscientes de qué tenemos ante nosotros. En
este caso un sepulcro prehistórico de casi 5000 años que nos deja datos muy
interesantes acerca de nuestros antepasados. Una de las cuestiones destacables
sería, desde mi punto de vista, las conclusiones a las que se han llegado por
la orientación de la cámara y la entrada directa del sol, coincidiendo con el
solsticio de invierno, en el círculo central de la misma. Ofreciendo un
espectáculo ancestral en la sepultura de unos 60 minutos aproximadamente. Pareciese
por estos indicios que los encargados de llevar a cabo esta necrópolis
profesasen un peculiar culto a los muertos, por ser estos una supuesta
mediación con divinidades de índole más abstracta. De este modo, se podría
pensar que el miedo a que el sol pudiese apagarse provocado por el hecho de que
los días se fuesen acortando, les hacía pedir a sus ancestros un nuevo sol.
Consiguiendo que en el día más corto del año, en el momento en que pareciese
más acechante el peligro de quedarse sin los beneficios del astro rey, la luz
entrase justo por el punto que permitía alumbrar la cámara central. Dado lugar
a la petición de un sol renovado precisamente en el momento en el que la
debilidad del mismo se hiciese tan presente que solo algo divino pudiese cambiarlo.
Estas manifestaciones de lo que nuestros
ancestros consideraban sagrado, revelan una serie de valores que para nuestra
sociedad no solo podrían ser muy útiles, sino también beneficiosos.
Refiriéndonos concretamente a considerar con especial importancia aquellas
cosas tan relevantes y que pasan en la mayoría de los casos completamente inadvertidas,
como en este caso sería el sol.
Colocar en el centro de las preocupaciones
vitales aquellos hechos que se consideraban imprescindibles, permitían a
nuestros antepasados libarse de preocupaciones que no estuviesen vinculadas con
la supervivencia. Cuando la vida de un ser humano se reduce a estar vivo, el
prisma con el que se enfoca la realidad deja fuera todo aquello que interrumpe
o dificulta una conexión directa con lo que nos rodea.
La cercanía con lo que de una manera compleja
nos ha ido constituyendo en seres antropológicos, como por ejemplo el culto a
los muertos, nos puede hacer tomar conciencia de lo alejados que estamos en
estos momentos de aquello que forma parte de nuestra identidad primigenia. ¿No
son la vida y muerte dos caras de la misma moneda? ¿No es la vida tan
constitutiva de la muerte como la muerte de la vida? ¿No sería cualquiera de
las dos imposible sin la otra? Este tipo de reflexiones en torno a lo que sirvió
para enterrar a los difuntos y que tiene casi 5000 años, deberían ponernos
sobre la pista para valorar la importancia que tiene la muerte sobre la vida.
Tanto para buscarle sentido, sin necesidad de trepar a ramas filosóficas, como
para pararnos a pensar que el accidente de la vida es nuestro bien más
preciado. Dejando de lado preocupaciones banales que no tendrían sentido de no
haber olvidado que solo viviremos una vez. Abrazando nuestra existencia como si
cada segundo fuese irrepetible. Porque Heráclito no estaba tan confundido cuando
dijo:
El sol es nuevo
cada día.
Publicado en Copelacapital
Cecilio J. Trigo
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