Que Alaska y Mario sigan vendiendo discos a día de
hoy, es la prueba definitiva de que lo “vintage” está de moda. A nuestros jovenzuelos les encanta lo
modernito como dice mi querido Antonio. Pantalones pitillos, el sonido pop
que pasa sin dejar huella, un teléfono de última generación y zapatillas de
loneta, son algunas de las señas de identidad de los presuntos herederos del
espíritu “Brighton”.
Pero… Si ahora los niños de papá y de mamá añoran
desconsolados los 60 y los 70, ¿Dónde estaban el viernes 4 de julio? Todo el
día conectados a “Facebook” para luego no enterarnos de que la noche del pasado
viernes iba a estar amenizada por Getbackers,
un “grupete muy salao” que rindió homenaje a “The Beatles”, que por cierto, son
uno de los iconos que esta chavalada modernísima ha tomado prestado, dando una
vuelta de tuerca a toda la cultura “brit” con este nuevo resurgir de lo pop.
El caso es que se inauguraba un nuevo espacio de
música en este tipo de lugares tan nuestros como son los parques. El recinto de
Nuestra Señora de la Piedad asistió a una agradable velada en la que mayores,
niños y adultos se divirtieron de lo lindo al son de las canciones más
conocidas de la banda de Liverpool. Pero algo no fue del todo bien y por no ir
no fueron ni los amantes de lo “beat”, que tan orgullosos lucen sus camisetas
con la escarapela de la “Royal Air Force”. El evento era gratis, había cerveza
a disposición, el tiempo acompañaba, pero inexplicablemente los asistentes más
jóvenes al estupendo tributo ya no tenían pelo. Qué le vamos a hacer, nuestros
jóvenes estaban todos a las afueras del municipio. Allí donde se posa la
muerte, pero no una muerte real causada por la vida, sino una muerte por el
vacío que va dejando en sus vidas las bebidas espirituosas, que con todo
podrían tener que ver menos con el espíritu.
Desde mi humilde punto de vista, el hecho de que
este tipo de eventos no estén repletos de gente de mi edad, siendo cierto que a
veces la veintena es una década difícil, es una mala respuesta por parte de lo
que será el futuro de Almendralejo. Y esto no es dramatizar, ni sacar las cosas
de quicio, porque son estos pequeños detalles los que nos pueden servir para
tomar la temperatura a este paciente que es nuestro futuro. La cultura, y más
si se sirve gratis, es para ser degustada, saboreada, experimentada en
definitiva. De lo contrario acabará por convertirse en un “cliché” estético, o
lo que es lo mismo, en un mero adorno. Esto es lo verdaderamente preocupante.
Nuestros jóvenes están siendo embriagados por un espíritu melancólico que
invita a apartar la mirada de lo que les viene, siendo por otro lado normal que
no les guste, refugiándose en unos años que, falseados por la realidad
audiovisual, nos han vendido como mejores. Y es que las semillas que la
“movida” sembró en los 80, están eclosionando como si las hubiésemos abonado
con uranio enriquecido. La cultura está siendo sustituida por los medios de
comunicación de masas, que en un alarde de poder tecnológico, convierten en
transparente todo lo que tocan a su paso por un mostrar tan exhibicionista que
incluso se torna pornográfico. No son pocos los que, además muy acertadamente,
sitúan a la sociedad bajo el imperio de la trasparencia. Nuestra realidad, y
con ella también la cultural, está siendo traducida por un lenguaje maquinal
que lo reduce todo a meros aspectos cuantitativos. Por lo que a esta
transparencia pornográfica a la que nos referimos, le acompañaría una
positividad que anularía toda la negatividad propia de nuestra naturaleza. El
resultado es un universo mediático e hiperreal en el que aspectos como la
belleza, a veces incluso siendo considerada como un valor, serán tan sólo
cuestión de sumar pixeles.
Estamos perdiendo la noción de la realidad y no
tenemos tótem al que agarrarnos, los valores de nuestros padres ya no nos
sirven y empezamos a sentir una sensación de abandono que no la sofoca ni la
más hortera de las modas. Pero no es solo un problema nuestro. Si nuestros
padres no nos hubiesen enseñado a comportarnos en la mesa, ahora comeríamos
como salvajes y si no nos hubiesen enseñado a saborear la cultura, ahora… Bueno,
quizá este sea el problema, no hay casas sin libros en las revistas de
decoración, y cuando un libro solo sirve para adornar, lo mismo da tocino que
jamón, todo nos sabrá igual. No creo que sea necesario recordar que el gusto se
educa, porque nadie nace con apetencia del expresionismo vienés o la poesía
libertaria de Walt Whitman. Por lo tanto, siendo la cultura el principal
instrumento para desarrollar nuestro criterio y este una herramienta que nos
servirá posteriormente para pensar, juzgar e incluso valorar, no le den la
espalda a todo aquello que nos hace sentir y experimentar nuevas sensaciones. Consuman
cultura, pero háganlo al aire libre, que el aire acondicionado suele agarrarse
a la garganta. Denle una oportunidad a este nuevo espacio de música en el
exterior, no siempre la cultura es esa cosa oscura y rebuscada para sesudos
intelectuales que acampan en las bibliotecas.
Cecilio J. Trigo
Publicado en copelacapital
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